SOBRE SU




Antes de presentarme, quiero abrirte el corazón.


No vengo solo a contarte quién soy… sino a compartirte lo que, como muchas, un día tuve que enfrentar y elegir sanar.
Todas cargamos heridas. Algunas tan profundas que ni nos damos cuenta de cuánto nos pesan… hasta que un día decidimos liberarlas.
Ese fue mi caso.


Un día me di cuenta de todo lo que venía sosteniendo en silencio… y decidí que no quería vivir más desde ahí.
Sanar no fue inmediato. No fue fácil. Pero fue real.


Y por eso hoy, en vez de esconder mis cicatrices, elijo mostrártelas como señales de que sí se puede volver a florecer.


No quiero que leas mi historia solo para conocerme…
Quiero que la sientas como un espejo, como una mano extendida, como ese susurro que te dice: “Tú también puedes”.


Si algo de lo que he vivido te resuena, si algo de lo que aprendí puede ayudarte, entonces esta página tiene sentido.


Aquí encontrarás palabras, herramientas y compañía para que nunca más te sientas sola en tu camino.
Porque sanar es posible.
Y porque volver a ti… siempre es una elección sagrada. 


✨ Ahora sí… me presento. ✨


Soy Susan, una mujer que no nació sabiendo cómo sanar, pero que eligió hacerlo.



Mi historia comienza con una herida profunda:
Mi papá nos abandonó cuando yo tenía apenas 6 años. Se fue de un día para otro, dejándonos sin nada, sin respuestas y con muchas preguntas que mi corazón de niña no sabía cómo sostener. Fue la primera vez que sentí lo que era el abandono, y no sería la última. Años después volvió… y volvió a irse. Otra vez, con más heridas. Más dolor. Más vacío.


Por mucho tiempo guardé dentro de mí ese dolor, sin saber que se convertiría en una de las partes más difíciles de sanar.
Pero hoy puedo decirte que después de años de trabajar en mí… lo perdoné.
No para justificarlo, sino para liberarme.
Porque el perdón no es para el otro, es para dejar de cargar con lo que ya no nos pertenece.


Desde pequeña fui esa niña sensible, miedosa, que lloraba en la escuela sin entender por qué, que se hacía la fuerte en casa mientras veía a su madre sostenerlo todo con dignidad.
Fui también la adolescente que, desde los 13 años, comenzó a trabajar para ayudar en casa, costear sus útiles escolares y aliviar un poco el peso que su madre llevaba sola.


A pesar de que mis abuelos y mi mamá siempre estuvieron presentes, dándome amor y todo lo que estaba en sus manos, yo soñaba con tener mi propia pieza, mis propias cosas, mi propio espacio seguro.
Por temas económicos, siempre vivíamos de allegadas, muy apretadas, con muchas dificultades.      


                                Recuerdo estar constantemente mudándonos de casa, adaptándonos una y otra vez, tratando de construir estabilidad donde solo había incertidumbre.
Eso también dejó una huella: la sensación de no pertenecer del todo a ningún lugar.


A los 19 años me convertí en mamá.
Y desde ahí la vida me puso frente a pruebas profundas: relaciones dolorosas donde perdi mi autestima y amor propio, maternidad en medio del caos, estafas que me dejaron sin nada, una cirugía de rodilla que me frenó por meses, y la pérdida de mi abuela, que fue como perder a mi segunda madre.
Todo esto me llevó a conocer la ansiedad, las crisis de pánico, el miedo a no poder con todo.


Y sin embargo… aún en medio de todo eso, elegí buscarme.


Me formé en terapias complementarias como Reiki, ThetaHealing y otras herramientas que me ayudaron no solo a sanar… sino a entenderme. Tomé capacitaciones, crecimiento personal, entender sobre la Inteligencia emocional, estudié, lloré mucho, me reconstruí. Y así, todo lo que antes me dolía se convirtió en sabiduría. Todo lo que un día necesité, hoy lo convierto en algo que quiero regalar.


Esta página no es solo una web.
Es un refugio. Es una casa.
Es un lugar sagrado donde puedes encontrar herramientas, guía, palabras, rituales y prácticas para volver a ti.


Porque ninguna mujer debería tener que sostenerse sola.
Porque tu historia también puede florecer.


Yo no vengo a decirte que lo sé todo.
Sigo aprendiendo. Sigo sanando.
Pero si alguna de mis espinas se parece a las tuyas…
y si alguno de mis pétalos puede ayudarte a florecer,
entonces este espacio tiene sentido.


Bienvenida, mujer flor.
Este es tu lugar. Tu regreso. Tu comunidad.




“Aquí floreces tú, sin juicio, sin prisas, sin espinas.”




— Su.